Terapia y maternidad: Dos caminos que enseñan a cuidar

Para todo hay una primera vez. Y esas primeras veces siempre nos conmueven, nos transforman y nos enseñan.

Todavía recuerdo mis primeros días como terapeuta, cuando me senté por primera vez frente a un paciente. La sensación de entrega, de estar ahí plenamente presente, sin juicios ni expectativas, simplemente para acompañar.

Con los años, descubrí que este mismo sentimiento lo experimenté en otro gran cambio de mi vida: la maternidad. Ambas experiencias, aunque diferentes, comparten un pilar esencial: el arte de cuidar y sostener al otro desde la presencia y el amor incondicional.

 

El aprendizaje que no enseñan en la universidad

Durante mi formación como psicóloga, aprendí sobre teorías, técnicas y metodologías. Pero hay algo que ninguna universidad enseña: el estar presente de manera auténtica y altruista para el otro.

Esa capacidad de sostener a alguien emocionalmente, de ofrecer un espacio seguro sin esperar nada a cambio, es algo que se aprende en la práctica. Y, en mi caso, fue la maternidad la que terminó de enseñármelo.

 

Ser madre y terapeuta: Dos formas de acompañar procesos

Durante mi embarazo, continué trabajando en mi consulta hasta el último mes. En ese tiempo, acompañé a muchas mujeres en sus propios procesos:

✔ Algunas enfrentaban relaciones tóxicas con sus madres.
✔ Otras transitaban el duelo por la pérdida de un embarazo.
✔ Muchas se cuestionaban si realmente querían ser madres o no.

Mientras tanto, en mi interior, se gestaba una vida y, con ella, una transformación en mi propia identidad.

No fui de las mujeres que siempre soñaron con ser madres, pero cuando la maternidad llegó a mi vida, entendí que era un proceso de creación tan poderoso como mi propio desarrollo profesional.

 

Cuidar y ser cuidado: Un equilibrio esencial

A lo largo de mi experiencia, he descubierto que el cuidado es un arte que requiere equilibrio.

Dar y recibir: Para poder sostener a otros, necesitamos aprender a recibir apoyo también.
Voz y silencio: Acompañar no siempre es hablar; a veces, lo más valioso es ofrecer un espacio de escucha.
Calma y actividad: Como en la vida, en terapia también hay momentos de pausa y otros de acción.

Culturalmente, la forma de cuidar varía. Pero algo es universal: cuando nos miramos a los ojos con autenticidad, siempre sabemos qué necesita el otro.

 

La maternidad como el mayor aprendizaje sobre el cuidado

Convertirme en madre me permitió vivir el proceso del cuidado desde otro lugar.

Desde entonces, mi forma de trabajar con mis pacientes también cambió. Aprendí a tener más paciencia, a comprender el ritmo de cada proceso y a ofrecer un acompañamiento aún más profundo y humano.

Después de mi maternidad, retomé la terapia con una perspectiva renovada, con una capacidad de sostén que ningún libro podría haberme enseñado.

 

El cuidado mutuo: Un compromiso diario

Cuidar es una elección consciente que podemos aplicar en nuestras relaciones diarias.

✔ Cuidamos cuando ofrecemos nuestra presencia sin juicio.
✔ Cuidamos cuando ponemos atención a las necesidades del otro.
✔ Cuidamos cuando nos permitimos recibir apoyo también.

¿Cómo cultivas el arte de cuidar en tu vida?

Te invito a reflexionar sobre esto y a priorizar el cuidado mutuo, tanto en el ámbito personal como en nuestras conexiones profesionales.

 

Conclusión: La terapia y la maternidad como escuela de vida

Cada sesión con un paciente y cada momento con mi hijo me recuerdan que el cuidado es una inversión en bienestar.

La terapia, como la maternidad, es un viaje de entrega y aprendizaje constante. Si aprendemos a cultivar este arte, podemos generar espacios más sanos y humanos en los que el crecimiento sea posible.

Si quieres explorar más sobre la terapia y la maternidad, te invito a explorar mis servicios de acompañamiento para madres y el taller de crecimiento para madres.

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Cristina Montoro, psicóloga en Dinamarca, ofreciendo terapia en español, inglés y danés.